"¿Se atreverá a orar por lluvia? Si lo hace y no llueve, entonces no es Elías. Si no lo hace, entonces es porque tiene miedo... y eso es aún peor."



Pronto, Evan desarrolló el hábito familiar de memorizar la Biblia. Nunca se lo veía sin su Biblia. Se ha dicho que solía esconderla en hendiduras de la mina donde trabajaba. Un día se produjo un enorme incendio que quemó todo a su paso... todo. excepto la Biblia de Evan.












Escuché la voz de Jesús llamándome a ir a los caminos y los arbustos para reunir a las ovejas perdidas. 
Alguien seguramente la ha visto marchando por la calle principal, desde la barbería y el banco; una mujer muy joven con un vestido blanco, que llevaba una silla. "De pie sobre la silla, levantó sus largas manos hacia el cielo, como pidiendo ayuda... Y no hizo nada... Cerró sus grandes ojos y se quedó allí, con los brazos extendidos, como una estatua de mármol... 
Les dije [a los científicos]: "Caballeros, quisiera que vean una cosa más. Vayan a su hospital y traigan a un hombre que tenga una inflamación en el hueso. Tomen su instrumento y colóquenlo en su pierna. Dejen suficiente espacio como para que pueda tocar la pierna con mi mano. Pueden asegurarlo a ambos lados". Cuando el instrumento estuvo listo, puse mi mano en la espinilla del hombre y oré como ora la Madre Etter: no fue una oración extraña, sino el clamor de mi corazón a Dios. Dije: "Dios, mata esta enfermedad demoníaca con tu poder. Que el Espíritu se mueva en él; que viva en él" "Entonces les pregunté: 'Caballeros, ¿qué está sucediendo?" "Todas las células están respondiendo", me dijeron"
Charles F. Parham dedicó su vida a restaurar las revolucionarias verdades de la sanidad y el bautismo del Espíritu Santo a la iglesia.  Los primeros cuarenta años del siglo XX contaron con la poderosa visita del mensaje pentecostal de este hombre, que cambió las vidas de miles de personas en todo el mundo.
Mi amigo dijo: 'Está muerta'. Tenía miedo. Nunca he visto un hombre tan asustado en toda mi vida. "¿Qué haré?", me preguntó. Quizá ustedes piensen que lo que hice fue absurdo, pero me incliné sobre la cama y la saqué. La llevé al otro extremo del cuarto, la apoyé contra una pared y la sostuve en alto, porque ella estaba totalmente muerta. La miré a los ojos y le dije: "En el nombre de Jesús, reprendo esta muerte". Todo su cuerpo, desde la coronilla hasta las plantas de sus pies, comenzó a temblar. "En el nombre de Jesús, te ordeno que camines", le dije. "En el nombre de Jesús, en el nombre de Jesús, ¡camina! "y ella caminó".!
Cientos de personas han sido sanadas simplemente mientras estaban sentadas tranquilamente en medio de la gente, sin ninguna demostración extraordinaria. Muchas veces, ni siquiera sucede mientras se predica un sermón. Ha habido casos en que no se había cantado ni una canción. No hay demostraciones estruendosas, no hay que llamar a gritos a Dios como si Él fuera sordo, no hay exclamaciones ni alaridos. Dentro de la misma quietud de Su presencia, y ha sucedido cientos de veces, en que la presencia del Espíritu Santo era tal que casi literalmente se podía escuchar el latir, el ritmo del latido de los corazones de miles de personas, al unísono

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